Un 29 de julio se desplegaba una noche oscura, que recordaremos como la “Noche de los Bastones Largos”. Paradójicamente, de un tiempo a esta parte volvemos a hablar de fuerzas que ilegal e ilegítimamente entran en las universidades.
Las lecciones de la historia debemos tomarlas.
“…El ataque de Onganía a la universidad inició la diáspora de docentes e investigadores que condenaría a una generación brillante al exilio.
Durante los meses siguientes al ataque, aproximadamente 1500 de los mejores docentes e investigadores fueron despedidos o renunciaron a sus cátedras en las universidades nacionales. Una importante cantidad de ellos se exiliaron y fueron contratados por universidades latinoamericanas, de Estados Unidos, Canadá y Europa.
La universidad argentina era, así, vaciada de sus mejores exponentes y contenidos, iniciándose una emigración de científicos que se prolongaría hasta los albores del nuevo milenio…”
…”Más de medio siglo después, el aniversario de aquel ataque a la Universidad, a la cultura, al pensamiento debe llamarnos nuevamente a la reflexión y convocarnos a asumir que, más allá de todas sus falencias, las instituciones democráticas son nuestras, de todos y cada uno de los ciudadanos.
Porque no conocemos otro modo de convivir mejor y porque no podemos olvidar las consecuencias que derivan de vivir sin ellas”.